lunes, 8 de septiembre de 2008

DESPEDIDA INEVITABLE

Después de una noche tormentosa, si es que fue noche, porque parece que hubiera sido más bien una de esas mañanas donde te levantas, desayunas y ya está cayendo la tarde, logro levantarme con dificultad.
A la 1:30 a.m. apenas me estoy acostando. Por cosas de la vida, el tiempo se fue volando entre conversaciones, sonrisas, enojos, besos, abrazos, discusiones, decisiones, confusiones… parecía que el reloj hubiera doblado su velocidad, parecía que la luna tuviera afán y que la noche quisiera morir antes de lo debido. Las horas pasaban sin parecer que lo hacían, mientras nosotros disfrutábamos el uno del otro. Habíamos llegado a casa hacía ya varias horas, en mi cabeza existía la preocupación de que el día siguiente empezaría muy temprano, pero podía más el vínculo, la atracción y tal vez la profundidad de su mirada, la transparencia de su sonrisa y sus irresistibles caricias.
Nada parecía dañar el momento, pero éramos conscientes de nuestras ocupaciones, se hacía más y más tarde. Un beso y un abrazo de despedida, un beso y un abrazo de despedida, un beso y un abrazo de despedida… se nos hacía imposible dejar la conversación a medias, el tema inconcluso, cualquier distracción era motivo para cinco minutos más de risas y opiniones, pero… por fin decimos… un beso y un abrazo de despedida.
Me dio la espalda, le di la espalada, 7 balazos se escucharon a lo lejos, inmediatamente volteamos y sin necesidad de una palabra nos acercamos de nuevo, era el motivo perfecto para unos segundos más de conversación. Tal vez no fueron balas, tal vez fueron sólo explosiones, o nos lo imaginamos, pero fue la situación que necesitábamos para no separarnos.
La conversación prosiguió y aunque intentamos poner un límite de tiempo, el tema era demasiado interesante como para no sacar provecho de él. A la 1:25 a.m. la cabeza volvió a martillar con su idea, los ojos se nos cerraban y el agotamiento casi que se apoderaba del cuerpo, sin querer pero teniéndolo que hacer decidimos despedirnos.
A partir de ese momento, la luna apresuró su viaje y el reloj sus horas, tenía sólo 3 horas y media para descansar y la idea de que al día siguiente me tendría que levantar a las 5:00 a.m. no me dejaba dormir. Finalmente el sueño venció el pensamiento y logré dormir algunas horas que parecieron minutos.
La hora de lo inevitable había llegado, me tenía que levantar para comenzar un día lleno de responsabilidades y además de eso más largo que los demás, pues generalmente cuando el día comienza de noche, se hace más largo y más difícil. La noche es sinónimo de sueño y rumba menos de trabajo y estudio, por eso creo que se le hace difícil al subconsciente aceptar una idea contraria a la vida cotidiana. Lo que sí sé es que se le hace fácil es aceptar que será un día nuevo lleno de más sonrisas y conversaciones. Sea o que sea, hay que levantarse, bañarse y emprender un recorrido, en mi concepto bastante largo y tedioso, pues hoy día en Medellín todos los días deben buscarse vías alternas para llegar donde se quiere. Accidentes, congestiones, abundancia de motociclistas, camiones, particulares, vehículos de servicio público impiden que éstas se mantengan en buen estado y descongestionadas. No sé cuantos kilómetros son, pero si sé que hay que pasar de municipio a municipio para poder llegar a cumplir con la primera responsabilidad del día: la clase de 6:00 a.m.

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