lunes, 13 de octubre de 2008

RESEÑA DEL TEXTO: EL RELATO DE UN NÁUFRAGO

Luís Alejandro Velasco es el protagonista de una historia que aunque se hace difícil de creer, fue una realidad vivida sin querer hacerlo, una realidad luchada entre la vida y la muerte, una realidad sola, loca, impaciente, desesperante y casi imposible.

“El relato de un Náufrago” es un texto escrito con los sentimientos verdaderos, los pensamientos originales, las acciones idénticas y el personaje único que soportó por diez días o más la inclemencia de la naturaleza.

Alejandro Velasco era un marinero colombiano tripulante del A.R.C. Caldas, que por los días de mediados de febrero se encontraba en reparaciones en el estado de Alabama, Estados Unidos, donde se preparaban para partir todos los marineros rumbo Cartagena, Colombia. El A.R.C, listo para partir, fue cargado con radios, neveras, lavadoras y estufas.

“Servicio personal a sus puestos de buque”, era la frase que significaba que pronto llegarían a su tierra, donde sus familias los esperaban. Todos los marineros subieron al buque y ocuparon los puestos correspondientes. La marcha del destructor comenzó con normalidad y al cabo de dos días, el barco se deslizaba con suavidad entre las olas del mar. Los cálculos estaban hechos y estimaban que al día siguiente llegarían al golfo de México sin ningún percance.

Algunos marineros iban mareados, otros confiaban plenamente en el barco, que como Luís Rengifo, uno de los mejores marineros expresó, había hundido en los años de la guerra, un submarino alemán. “es un barco seguro” expresaba serenamente.

Las 10 de la noche se acercaban y el barco comenzaba a cambiar sus movimientos, parecía que las olas estuvieran en contra de él. La primera vez, el destructor se desestabilizó pero recobró su posición, pero todos en silencio pensaban que la segunda vez ya no iba a ser tan fácil. El barco continuaba defendiéndose del oleaje hasta que fue vencido por el agua a aproximadamente dos horas de llegar a Cartagena.

Todos los marineros y el barco estaban bajo las aguas del mar caribe, algunos solo alcanzaban a verse. El destructor naufragó y con el las esperanzas de quienes iban allí. Velasco alcanzó a subirse a una de las balsas de seguridad que el caldas poseía, trató de ayudar a sus compañeros, pero fue imposible, el impaciente mas se fue los fue llevando uno a uno sin compasión.

El caribe era inmenso y Alejandro tenía la esperanza de ser rescatado en cuanto se supiera la noticia en tierras colombianas. Pasaron horas después del incidente y aún no había señal de los rescatistas, los aviones o cualquier medio que lo pudiera sacar de allí. Todavía no perdía la esperanza, al contrario, hizo lo que tal vez más le gustaba mientras se dejaba llevar por las olas: buscar entre el infinito la Osa Meno, le costó un poco, pero tenía mucho tiempo mientras era rescatado. La noche se hizo eterna para Velasco, pero no perdía las esperanzas.

Las horas avanzaban y la balsa se movía lentamente, sin dirección, pero avanzaba. Velasco creía ver barcos que se dirigían hacia él pero siempre se decepcionaba. Sin dormir y todavía con una esperanza esperaba paciente que aquellos aviones que pasaban encima de él estuvieran buscándolo. La sed y el calor ya estaban haciendo efecto.

Cada señal era un motivo de vida para Alejandro, pero no era suficiente la desesperación y la angustia, los tiburones también atacaban al marinero. Todos los días llegaban a rodearlo hacia las 5 de la tarde, pero después de 3 o más días en el mar, era una rutina que no lo asustaba. Más bien se entretenía con quién varios días lo acompaño sentado en la borda de la balsa. Jaime Majarrés, uno de sus amigos más antiguos de la Marina. El señalaba tal vez la dirección donde debía ir, o tal vez sólo lo acompañaba, lo cierto era que Velasco ya llevaba más de 40 horas sin comer ni beber nada y ahora aseguraba tener compañía en su barca.

Algunos días pasaron y Jaime Manjares no volvió a acompañarlo. El marinero se conformaba ya con pensar en su desgracia, deseando tal vez no haber vivido, pero otra señal se hacía presente. Siente gaviotas volaban encima de él. Para los marineros, las gaviotas son sinónimo de tierra cerca. Alguna de ellas se acercó, pero aunque Velasco recordaba las palabras del Jefe: “no es digno de un marinero matar una gaviota”, procedió a matarla. Ya eran cinco días de hambre y tal vez no encontraría nada más para comer. La mató pero no pudo masticarla, prefirió tirarla a los tiburones que pronto lo visitaría de nuevo.

Ya eran seis días a la deriva en el mar y la tierra aún no se veía, la desesperación, la angustia, la sed y el hambre hicieron que Alejandro probara todas las maneras para sobrevivir. Logró pescar algo, pero los tiburones impacientes por la sangre y la carne se comieron en único pez que había logrado atrapar.

Hasta ahora el mar había sido amable con él pero no demoraría mucho en llevarse lo único que le quedaba: la balsa, dos remos bueno y uno a la mitad, mordido por un tiburón.

El octavo día empezaba y con él el color del agua se tornaba un poco más oscuro y verde, señal de vida y de cercanía a la tierra. Aunque el cuerpo y las esperanzas estaban en agonía, las señales de vida no lo dejaban desfallecer. Encontró una raíz que inmediatamente se comió y que fue lo que tal vez lo lleno de fuerzas para no morir. Por fin casi al noveno día pudo dormir un poco y al décimo día parecía que su tormenta estaba terminando. Al ver tierra y no poder remar decidió nadar hasta la orilla, débil y herido logro tocar tierra y llegar hasta la orilla. Parecía una isla desconocida, pero las huellas de los hombres parecían estar allí.

Vio a una morena pasar por su lado pero ésta no le ayudó, mas tarde escuchó un perro ladrar, un hombre y un burro se acercaban. El hombre lo llevó a su casa, le dio algo de comer y al día siguiente lo trasladó a San Juan de Urabá, donde fue atendido por el medico Humberto Gómez.

Por último fue llevado a Cartagena donde su familia lo esperaba y dónde comenzaría su reconocimiento como héroe.

El texto es una excelente recopilación de un hecho que posiblemente ya fue olvidado por muchos, pero que alguien quiso reconocer, investigar y dejar registro sobre él. Además de que es una historia amena, maneja elementos que hacen que el lector sienta emociones y recree en su mente la situación de un sujeto en medio del mar.

Dado que es una historia verdadera, es muy importante recalcar que el hecho es creíble en la medida que se avanza en la lectura, pues para un hombre es difícil aceptar que ante la gravedad de los hechos, sea posible un buen final para el protagonista. Sin embargo, los sentimientos que produce hacen reflexionar y valorar lo que rodea al ser humano.

No es la historia de una muerte, pero si es un buen testimonio de perseverancia y lucha contra ella, es la reconstrucción de un hecho que fue noticia y que como todas ellas, pasó sin ser recordada. Quien no lea el libro posiblemente no se dará cuenta que hubo alguien que se enriqueció con el sufrimiento, la desesperación, el hambre y la sed.

Gabriel García Márquez hizo un gran trabajo al plasmar un hecho que causó dolor en muchos colombianos, al saber contar una historia que traspasaba los límites de la justicia y que provocó escándalos al interior del gobierno.

Tal vez ningún escritor hubiera podido plasmar mejor este relato, o tal vez sí, uno con características iguales a García Márquez. Periodista, editor y escritor colombiano nacido en la Costa Atlántica Colombiana, en el municipio de Aracataca (Magdalena), el 6 de marzo de 1927. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1982, según el laudatorio de la Academia Sueca "por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real son combinados en un tranquilo mundo de imaginación rica, reflejando la vida y los conflictos de un continente". Su novela más reconocida internacionalmente es Cien años de soledad.
Fue criado por sus abuelos maternos, el coronel Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán, en Aracataca. Su niñez está relatada en sus memorias Vivir para contarla. En 2007 regresó a Aracataca, después de 24 años de ausencia, para un homenaje que le rindió el gobierno colombiano al cumplir sus 80 años de vida y 40 de la primera publicación de Cien Años de Soledad.

Relato de un Náufrago es una obra narrada por Alejandro Velasco, protagonista de la historia, quien logra a través de su testimonio, no sólo el éxito económico sino cautiva a quienes lo leen. Por esto el título es conciso, claro, llama la atención y abarca los elementos de la historia. De la misma manera, los títulos de los capítulos están organizados según se desarrolla la historia, son creativos, emocionantes y fáciles de comprender.
Además de lo anterior, la obra se clasifica en un reportaje periodístico plasmado en forma literaria, pues parte de una noticia y se investigan los hechos desde el inicio hasta el final, para lograr un buen escrito. Por eso el libro es una buena opción para aquellos que quieren desarrollar su olfato periodístico, afianzar su estilo, reforzar su escritura, adquirir capacidad de persuasión y agudizar todos los sentidos.

En el resumen anterior se puede esquematizar el hecho como tal, para dar a entender el valor que este tiene para los periodistas de hoy. Aunque fue escrito en 1970, no pierde valor gracias a su forma de utilizar el lenguaje, la veracidad de las fuentes, la calidad de la escritura, la precisión, la redacción, etc.

En conclusión, el texto fue un buen paso para mi que hacer profesional, porque me dio elementos de investigación, géneros periodísticos, especialmente el reportaje, para aplicar próximamente en mis artículos.

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